La democratización y el acceso irrestricto a la educación Universitaria de todas las persona es una meta que las universidades argentinas pretenden alcanzar. Por ello es de relevancia visibilizar a las poblaciones excluidas, en este caso la población de estudiantes en situación de discapacidad, al encontrarse dentro de los grupos con mayores dificultades de ingresar, permanecer y egresar. Esto se debe a las barreras con las cuales en la actualidad se continúa enfrentando. Entre ellas encontramos: barreras arquitectónicas, académicas, comunicacionales y actitudinales. Si estas (barreras) no existieran, dejaría de existir la discapacidad como tal.

En palabras del documento de la Conferencia Regional de Educación Superior, asegurar el acceso creciente al derecho a la educación vuelve la mirada hacia las propias instituciones educativas, las que tendrán que “generar las estructuras institucionales y las propuestas académicas que (lo) garanticen”. (CRES. 2008).

De este modo, el acceso a la universidad, la permanencia y posterior egreso de personas en situación de discapacidad se encuentra inscripta en una problemática social mucho más amplia, que remite a las (no) oportunidades educativas que poseen los sectores de la población históricamente excluidos. Al mismo tiempo, nos exige  desnaturalizar y problematizar las condiciones de los espacios que transitamos (sea espacios de estudio, trabajo, etc.), reconociendo tanto las barreras arquitectónicas como las académicas, pudiendo cuestionar el tradicional vínculo establecido entre docentes- estudiantes - conocimiento, que se materializa en un modo único de enseñar y aprender. Lograr transformar el sentido homogeneizante de la institución universitaria supone cuestionar ese modo único de vincularse con los procesos de aprendizajes, lo que requiere pensar creativamente diversas maneras de enseñar y de evaluar lo que se enseña. En consonancia con ello, será imprescindible poner en tensión las formas de pensar la relación estudiante-proceso-conocimiento, dado que se propone romper con los modos únicos de pensar tanto el dictado de clases, como las formas de acceso al material didáctico y las formas de evaluación. Es en tal sentido, que es imprescindible la planificación y ejecución de espacios institucionales para la formación docente y no docente, así como también promover la participación de los/as estudiantes que se reconocen en situación de discapacidad, ya que es a partir de sus propias vivencias de donde se deben nutrir las políticas destinadas a dicho sector.